Fragmentos

La modernización de México y el 2 de octubre

Fragmento de

Héctor Aguilar Camín, Historia para hoy en Carlos Pereyra et. al., Historia ¿para qué?, Siglo XXI Editores, Ciudad de México, 1980, pp. 145-168; pp. 151-152.

IDEAS ALTERNATIVAS 1 - OCTUBRE-DICIEMBRE 2025
La modernización de México y el 2 de octubre
Tlatelolco, Edificio Chihuahua. Fuente: Flickr.

La rebelión del 68 fue la primera del México urbano e industrial que el modelo de desarrollo elegido en los años cuarenta quería construir y privilegiaba de hecho a costa de todo lo demás. Por ello, insospechadamente, sus correas de transmisión fueron las élites juveniles de las ciudades, los estudiantes y los profesionistas recién egresados que eran en sí mismos la prueba masiva de que el México agrario, provinciano, priísta y tradicional iba quedando atrás. Los rebeldes del 68 fueron los hijos de la clase media gestada en las tres últimas décadas, la generación que culminaría el tránsito y asumiría las riendas del México industrial y cosmopolita del que esos mismos muchachos eran el embrión y estaban llamados a ser los dirigentes.

En ese sentido puede decirse que Tlatelolco mató un proyecto de continuidad en la modernización de México, una alternativa de relevo generacional que se planteaba sin embargo —desde la cúspide patriarcal del sistema— con un claro transfondo esquizofrénico. Era la oferta de una sensibilidad política y social inmovilista y monolítica —asida a los moldes vacíos de la unidad nacional y a la veneración aldeana de los símbolos patrios— empeñada en servir como paraguas ideológico a una realidad de signo opuesto, desnacionalizadora y dependiente, en rápida transculturación neocolonial, extraordinariamente sensible a las causas y los símbolos que le eran contemporáneos. Dos ejemplos: a los esfuerzos oficiales del régimen por apropiarse las vestiduras de Juárez y Morelos —solemnes elementos discursivos sin la acción política paralela que pudiera reencarnarlos, reactualizarlos— los jóvenes del 68 opusieron en sus manifestaciones las efigies del Che Guevara y las consignas del mayo francés; a la responsable y servil unidad callista de toda la pirámide política en torno a la autoridad desafiada, la huelga estudiantil opuso su demanda de pluralidad y disidencia bajo la forma de un organismo rector, el Consejo Nacional de Huelga, en el que era imposible negociar sin interminables consultas a la base. La represión del 68 y la masacre de Tlatelolco fueron las respuestas petrificadas del pasado a un movimiento que recogía las pulsaciones del porvenir, la presencia embrionaria de otro país y otra sociedad cuyos vaivenes centrales ha sido cada vez más difícil manejar desde entonces con los viejos expedientes de manipulación y control.

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